Argentina
Aníbal Troilo, el hombre simple, el mejor bandoneón, fue recordado en más de 120 ciudades del mundo al cumplirse 100 años de su nacimiento. Tuvo su primer fueye a los 9 años. Fue compositor de tangos inolvidables, como Sur, y acompañó con su orquesta a los grandes cantores de su tiempo: Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, …
Roberto Durán – Diario Z (Argentina)
El papel del diario ya tiene ese inconfundible amarillento del paso de los años. En la década del 70, Cátulo Castillo, autor de “El último café” y “Caserón de tejas”, recordó a su amigo Aníbal Troilo. Y lo hizo con palabras que en estos días, a un siglo del nacimiento del bandoneonista, recobran sentido. “Sesenta años de vida desparramada entre los dedos mostraban la belleza de la vida feliz, de una etapa del tiempo que quedó en las esquinas de la noche y el alba, rastreando personajes y confundiendo el mito con la historia real del otro Buenos Aires que se puede silbar, si se está triste”, escribió el letrista. En estos días, Buenos Aires y más de 120 ciudades del mundo recuerdan al entrañable Gordo, a Pichuco, al hombre que les dio prestigio a los cantores, al amigo de sus amigos, al símbolo de la noche porteña.
El autor de la música de “Sur” nació el 11 de julio de 1914 en Almagro, pero al poco tiempo la familia de origen italiano se mudó al Abasto. A los nueve años, recibió de regalo su primer bandoneón. Tomó algunas clases y debutó en una orquesta a los 16. A los 22, tuvo su primera formación propia. Corría 1937, dos años después de la muerte de Carlos Gardel en Medellín. A partir de ahí, su sonido fue ganando popularidad en la pujante Buenos Aires de la década del 40 y 50.
A lo largo de su carrera, con su orquesta acompañó –y popularizó– a cantores como Floreal Ruiz, Edmundo Rivero y Roberto Goyeneche, entre otros. Y le puso música a letras de Pascual Contursi, Enrique Cadícamo y Homero Manzi. Con este último, compuso quizá el tango más emblemático: “Sur”.
A Olivos en ojotas
José Colángelo fue el último pianista de Troilo. Debutó el 8 de noviembre de 1968 en el local Relieve, de Diagonal Norte y Florida. Y siguió tocando con el Gordo hasta su muerte en 1975. “Siento que en estos días, a raíz del centenario, se está haciendo un justiciero homenaje a alguien grande, que fue un gran sol y que permitió que sus rayos llegaran a nosotros. No conocí a un director más generoso, que se ponga tan contento con el éxito de sus músicos”, recordó el músico y compositor.
El pianista recuerda algunas anécdotas con Pichuco. “A mí me dejó marcado por muchos motivos. Cuando llegué a su orquesta, yo tenía 27 años. Alguna vez, me dijo: ‘Pibe, usted toca con alegría. No la pierda’. O lo invitaban a visitar a algún presidente –el que fuera– a Olivos y el tipo iba en ojotas. Cuando un músico no llegaba a horario a un ensayo, decía: ‘Si viene tarde, que sea por una mina muy linda’.”
“Sesenta años de vida desparramada entre los dedos mostraban la belleza de la vida feliz, de una etapa del tiempo que quedó en las esquinas de la noche y el alba, rastreando personajes y confundiendo el mito con la historia real del otro Buenos Aires que se puede silbar, si se está triste”
Colángelo piensa que los pibes que hacen tango están muy atados a la impronta de Ástor Piazzolla, quien formó parte de la orquesta de Troilo. “Hay muchos pibes que hoy hacen tango que nunca lo vieron. Después de él, llegó un gran innovador como Piazzolla, que inundó a los chicos con esta cosa nueva. Me parece piolísimo lo que hizo Ástor, que siempre nos llevó 10 o 15 años de ventaja. Pero creo que no podemos dejar nunca de lado lo importante que fue Troilo, que para los músicos era lo que Gardel para los cantantes. Era un intérprete excepcional, que llegaba hasta lo más profundo con sólo poner tres notas en la mano izquierda. Fue un gran director y alguien que hizo cantar magníficamente a tipos que consagró.”
La película
Por el centenario de su nacimiento, “hay homenajes en más de 120 ciudades”, cuenta, orgulloso Francisco Alejandro Torné, nieto de Aníbal Troilo. Y detalla algunas de las actividades que se vienen realizando, desde un hotel en Medellín, donde su abuelo fue homenajeado el mes pasado. La lista de ciudades crece cada día: San Juan de Puerto Rico, Santiago de Chile, Lugo (España) y otras se suman a las celebraciones.
En Buenos Aires, el Año Troilo trajo un homenaje permanente al compositor. En el marco del último Bafici, se estrenó Pichuco, un documental sobre la vida del músico. Martín Turnes, director del largometraje, cuenta cómo fue meterse en la vida del autor de “Che, bandoneón”.
“Quería hacer un documental de tango, pero no sabía de qué tema en particular. Me encontré con la digitalización de unas partituras de Troilo y pensé que ahí había una película. La familia tiene la idea de dar a conocer esas partituras, así que me gustó dar ese mensaje”, contó el director, que también hizo A la orilla, Pasamontañas y Boteros.
“Sabía que era una de las figuras más importantes del tango –agregó– y lo confirmé con cada entrevistado de la película. Quizá no era el intérprete más dotado, pero tenía una forma de tocar que llegaba al corazón. Y lo hacía con dos o tres notas.”
“No hay tango nuevo ni tango viejo. El tango es uno solo. Tal vez la única diferencia está en los que lo hacen bien y los que lo hacen mal”
Hacer la película fue también una manera de viajar a la Buenos Aires de los años 40 y 50, cuando el tango era una música masiva, que se escuchaba en los bares, las radios, los cabarets y el cine. “Su figura está asociada también a la bohemia de una época del tango: los 40 y 50. Como ciudadanos de Buenos Aires, nosotros nos imaginamos cómo era aquella época gloriosa. La época de los bares, de los poetas y de los intelectuales”. Hay anécdotas de esa bohemia en todas partes. Algunos cuentan que, alguna vez, Zita –su inseparable compañera– lo mandó a comprar soda y regresó a los tres días. O que lo acompañaba a Sadaic a cobrar para que Pichuco no se gastara todo el dinero.
Habrá homenajes a Pichuco acá en su Buenos Aires y en ciudades lejanas pero tangueras. Algún pibe de 20 años tocará el bandoneón en un bar sin saber de su impronta. Un viejo tanguero recordará aquella Buenos Aires. Y otro silbará, en una fría noche porteña, “Sur”. El tango está viviendo su mejor momento en varias décadas. Es imposible no recordar aquella charla de Pichuco con algunos de sus músicos, una noche del 71, en el bar Unión.
–Gordo, si no hacemos algo, los pibes de hoy, de mañana y pasado, van a nacer, crecer y morir rockeros.
–No te calentés… El tango es tan grande, tan importante, que sabe esperar. Cuando cumplan 40 van a ser todos tangueros.
“Soy un hombre simple”
Éstas son algunas respuestas de Aníbal Troilo en entrevistas que dio en los últimos años de su vida. Pichuco falleció el 18 de mayo de 1975, horas después de dar un concierto en el teatro Odeón.
“¿Mi carácter? Yo soy un tipo bueno, tranquilo y con grandes inquietudes. ¿Algunas además de la música? Sí, la música”
“Existió un momento exacto en el que nos encontramos el bandoneón y yo. Fue la primera vez que vi un bandoneón en mi vida. Tenía 8 años y mi vieja me había llevado a una fiesta campestre en un lugar donde ahora está la cancha de River. ¡
Si no seré viejo yo! Ahí había unos músicos y fue la primera vez que escuché tocar el fuelle. ¡Me impactó tanto que me quedó para siempre!”
“¿Mi carácter? Yo soy un tipo bueno, tranquilo y con grandes inquietudes. ¿Algunas además de la música? Sí, la música.”
“A veces pienso qué habría sido de mí sin el cariño de mis amigos. A alguna gente le llama la atención que sea tan afectuoso con ellos, que nos abracemos y por ahí hasta nos demos un beso. ¡Pero es cariño de hombre a hombre! Hay que comprender que soy un hombre simple, pero muy afectivo.”
“No hay tango nuevo ni tango viejo. El tango es uno solo. Tal vez la única diferencia está en los que lo hacen bien y los que lo hacen mal.”
Leer artículo aquí