Las políticas focalizadas y las viviendas “llave en mano” sólo crearon nuevos guetos, afirma el urbanista, que promueve una integración espacial de las villas y barrios precarios con el resto de la ciudad.
Franco Spinetta – Diario Z (Argentina)
Especialista en desentrañar origen y causas de los problemas de vivienda porteños, el urbanista Guillermo Tella analiza las dificultades para acceder al suelo, la fragmentación social y la proliferación de barrios marginados. Son algunas de las problemáticas que, afirma, necesitan de una respuesta urgente.
¿Por qué subsiste un fuerte déficit de vivienda en Buenos Aires si la población no creció?
Buenos Aires concentra la mayor riqueza económica, la mayor cantidad de población y la mayor capacidad productividad. Sin embargo, la ciudad ha manifestado ciertas limitaciones para afrontar problemas extremos y complejos como el incremento sustancial de la pobreza o la segregación social y física, que alcanzaron niveles desconocidos. Las villas son las áreas de mayor crecimiento poblacional. En la última década su población se incrementó más de un 50%. El censo de 2010 identifica 163.587 personas. La mayoría de las villas se han densificado y complejizado. Muchas se expandieron y surgieron otras nuevas, como Playón de Chacarita, a metros de la estación Federico Lacroze, y Rodrigo Bueno en Costanera Sur.
¿Por qué sucedió esto?
Hay registrados, por lo menos, 34 villas y asentamientos. Su localización responde claramente a lógicas del mercado del suelo: áreas desvalorizadas o excluidas del mercado formal son propicias para la ocupación. De este modo, en el sur se concentra la mayor cantidad, principalmente en torno a sectores industriales, inundables, contaminados o basurales. La concentración de actividades que deprecian el ambiente y que degradan el tejido urbano aceleró esa tendencia. El norte, en cambio, fue históricamente un área de mercado inmobiliario más aventajado y fueron desactivadas las ocupaciones de tierra que se produjeron. Sólo en los últimos años se consolidaron algunas, en Palermo, Chacarita y La Paternal. Hay otras villas y asentamientos de conformación más reciente, “microvillas” pequeñas que no aparecen en los registros. También existen algunos NHT (Núcleos Habitacionales Transitorios), que surgieron en la ejecución del Plan de Erradicación para alojar temporalmente allí a las familias erradicadas. Pero al quedar truncada su relocalización, se terminaron conformando núcleos habitacionales precarios permanentes. En los últimos años, las villas se consolidaron con comercios, con servicios comunitarios, escuelas, actividades culturales y con espacios de deporte y recreación. Pero más significativamente su crecimiento poblacional se tradujo en procesos de densificación, con viviendas que se elevan más de cinco pisos, con estructuras edilicias muchas veces improvisadas de crítica estabilidad. Estos fenómenos dan cuenta de una intensa dinámica urbana que instaló en su interior un pujante y voraz mercado inmobiliario y especulativo.
¿Cómo afecta la dificultad en el acceso a la vivienda a los sectores populares?
El crecimiento de villas y asentamientos informales es consecuencia directa de la dificultad que tienen grandes porciones de la población para acceder al mercado formal del suelo. La población villera, que se compone de migrantes internos, de países limítrofes y también de familias porteñas que protagonizaron abruptos descensos en sus niveles socioeconómicos, encuentran dentro de las villas una alternativa habitacional que la propia ciudad formal no les puede ofrecer, a través de la compra de una casa o el alquiler de una habitación en el mercado informal. El problema de la vivienda en las grandes ciudades está directamente vinculado al mercado formal del suelo urbano, pues implica pagar altísimos valores por metro cuadrado de vivienda construida, altos alquileres, contar con garantías y cumplir con los requisitos impuestos por los propietarios e inmobiliarias: sueldo en blanco, antigüedad laboral y una serie de exigencias no formales que cada propietario impone basado en sus propias subjetividades, incluida la nacionalidad, lugar de procedencia y la apariencia. Estas dificultades de acceso al suelo promueven el crecimiento de las villas, que se suman a otras alternativas habitacionales de similares niveles de precariedad, como casas tomadas, cuartos de hotel, pensiones e inquilinatos.
¿Cree que la reciente toma en Villa Lugano es una manifestación de la crisis habitacional?
Nuestras ciudades atraviesan por fuertes procesos de fragmentación social y urbana. En ese marco, el acceso a la vivienda por parte de los sectores populares, como derecho constitucionalmente instituido, colisiona con las demandas de suelo que, como bien escaso, se extingue en el mercado formal. Desde esta perspectiva, emergen respuestas aisladas, tal como los recientes intentos de toma de tierras en barrios del sur de la ciudad. Toda intervención efectiva en las villas debería basarse en la inclusión, en la participación de la población en los procesos de urbanización y en su integración espacial con el resto de la trama urbana. Para ello, primeramente, se las deben reconocer como parte constitutiva de la ciudad. Sólo con una mirada inclusiva será posible lograr cambios significativos.
¿Qué evaluación hace de las políticas aplicadas hasta el momento?
Las numerosas políticas habitacionales que por décadas se reprodujeron bajo diferentes formatos, a través de la financiación focalizada de viviendas o aquellas basadas en construcción de conjuntos habitacionales y viviendas “llave en mano”, más que resolver la problemática integralmente, generaron nuevos guetos. En los últimos 20 años varias experiencias se constituyeron en buenas prácticas a seguir, ya que han logrado mejorar las condiciones habitacionales de los sectores populares. Son las que se basan en la participación de las organizaciones intermedias y de base, y que tienen a sus habitantes como protagonistas. Estas acciones se orientaron a radicar los asentamientos, respetando las redes sociales constituidas y profundizando su sentido de pertenencia e identidad cultural. Con lo cual, se constituyen en intervenciones puntuales que van más allá de la construcción de viviendas, dado que terminan organizando la estructura urbana y mejorando las condiciones de vida de su población.
¿Cómo podría revertirse la situación actual?
El mayor desafío consiste en avanzar en una política urbana y de vivienda inclusiva. Es fundamental entonces que el Estado tenga mayor injerencia en la regulación del mercado del suelo. Al respecto, el proyecto de ley de Vivienda y Producción Social del Hábitat, por iniciativa del equipo Habitar Argentina, propone la aplicación de diversas estrategias, como la recuperación de plusvalías generadas por obra pública para garantizar el derecho al hábitat para el conjunto de la población. Asimismo, en discusión sobre el nuevo proyecto de unificación y reforma del Código Civil y Comercial, es necesario reinstalar en el debate la figura de la Función Social de la Propiedad. Este concepto ha significado una frontera en constante puja entre la concepción de un derecho a la propiedad absoluto y otro colectivo. Dado que la problemática de la vivienda ha cobrado suma relevancia –con permanentes procesos de toma de tierras, numerosos barrios populares autoconstruidos, ocupaciones de viviendas en áreas centrales–, es indispensable la institucionalizac
ión del principio como salida posible a dicha cuestión.
¿Cuáles son las cuestiones más urgentes a resolver?
Hay que abordar ya la compleja problemática instalada en torno a las villas y asentamientos en la ciudad. Esto implica adentrarse en una serie de medidas que deben estar dirigidas a mejorar la calidad del hábitat urbano, atendiendo cuestiones sociales, económicas y espaciales. Un primer paso lo constituye la elaboración de un plan urbano de ordenamiento de cada asentamiento. Luego es necesario iniciar procesos de regulación dominial para consolidar el hábitat generado y relocalizar aquellas viviendas en situación edilicia crítica. También se requiere la mejora de las condiciones deficitarias de las viviendas, la recuperación de las condiciones ambientales, la dotación de infraestructura de servicios urbanos básicos y la provisión de equipamiento comunitario. Es necesario recuperar ese tejido social y urbano mediante políticas sostenidas que tiendan a consolidar un proceso gradual de integración y que favorezca el acceso de los sectores populares a un ambiente digno y sano. Pensar en urbanizar las villas de la ciudad constituye un desafío posible. Pero es necesario para ello un fuerte compromiso político. La ciudad requiere entonces orientarse hacia principios de equidad, de igualdad de oportunidades, de justicia social y, también, de sustentabilidad y corresponsabilidad en las decisiones de interés público. Estamos transitando el fin de un paradigma: el de la ciudad solidaria, compacta e integrada. La ausencia de nuevas utopías nos distancia de la necesaria reflexión colectiva sobre el modelo de ciudad al que aspiramos. En consecuencia, o nos damos ese postergado debate o deberemos acostumbrarnos a convivir en ciudades cada vez más injustas, cada vez más segregadas, cada vez más violentas.
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